Iñigo Alkain Dominguez Compañero de prisión de Angel Otaegi
Hace 32 años me tocó vivir en la inolvidable compañía del bueno y entrañable Azpeiti, primero en la cárcel de Martutene y después en la de Burgos. Es por lo que en este nuevo aniversario de los fusilamientos de Angel Otaegi Etxeberria, Azpeiti, de Juan Paredes Manot, Txiki, y tres miembros del FRAP, reflexiono ante la memoria de éstas grandes personas que al igual que otras muchas lo dieron todo por nuestro pueblo.
Recuerdo que estando en celdas de castigo por un intento de fuga de la prisión de Burgos, en colaboración con Garratz, Jesús Mari Zabarte Arregi (actualmente en la cárcel de Huelva II), Patxi Badiola (de Lazkao) y otros presos sociales que nos iban a ayudar en la huida, me enteré del inesperado traslado de Azpeiti desde la prisión de Martutene a la de Burgos. Esto me llamó mucho la atención, porque según la «lógica» de aquellos años no era normal que habiendo pasado tan poco tiempo desde su detención (noviembre de 1974) le trasladasen a Burgos para celebrar el consejo de guerra. Yo, que había sido detenido en diciembre de 1973, todavía estaba pendiente del consejo de guerra. Enseguida pensé que algo estaban tramando los padres políticos del hoy Partido Popular.
Mientras Azpeiti estaba todavía en «periodo» (tres días de aislamiento en la celda cuando se llegaba a una cárcel), terminé de cumplir mi sanción, esto sería hacia el mes de abril o mayo a lo sumo. A los pocos días Juan M. Bandrés visitó a Azpeiti. A la vuelta de la visita me dijo que el fiscal militar solicitaba para él y para Tupa, José Antonio Garmendia Artola, la pena de muerte. Me quedé de piedra. Jamás hubiera pensado que dadas las acusaciones que había contra él (colaboración) le pudiesen solicitar la pena de muerte. Estaba visto que después de la ejecución de Carrero Blanco el régimen de Franco estaba agonizante y para apuntalarse necesitaba muertos. Daba lo mismo uno que otro, esta vez les tocó a Azpeiti, a Txiki y a tres miembros del FRAP.
En aquellos difíciles días que me tocó convivir con Azpeiti hasta que llegaron otros compañeros de la organización, estaba solo como miembro de ETA para animar a Azpeiti, lo que me dio la posibilidad de intimar con él. Nunca olvidaré la enorme entereza de Angel, su gran ánimo para hacer frente a aquellos inhumanos días que vivimos y sobre todo su profundo amor a Euskal Herria desde su sencillez y calidad humana. Su memoria nunca se ha apartado de mi recuerdo.
Siempre he pensado que para los que tuvimos la gran suerte de compartir militancia, sentimientos, sufrimientos, ilusiones, etc. en las cárceles franquistas con compañeros como Azpeiti y otros, son experiencias que marcan de por vida, y ello hace que con un mínimo de ética personal y aprecio a éstas víctimas del imperialismo español no podamos militar en organizaciones que se apartan claramente de los principios por los que nuestros amigos murieron. Sencilla y claramente es traicionar su memoria. Se podrá estar o no de acuerdo con organizaciones abertzales que de una u otra manera han heredado el ideario político e ideológico de nuestros compañeros y que hoy luchan en Euskal Herria; se podrá ser más o menos crítico, pero nunca jamás deberíamos traicionar la memoria de los compañeros y compañeras que dieron todo por la independencia y el socialismo de Euskal Herria vendiéndonos a los que hoy reprimen duramente, sin ningún pudor y al mejor estilo franquista, bajo la denominación de demócratas, e incluso en algunos casos con la de abertzales, a los que hoy en día mantienen los principios por los que ellos fueron asesinados.
Fuente GARA